miércoles, 11 de noviembre de 2009


La desesperanza

Los venezolanos de todos los colores y estratos están sumergidos en la desesperanza, al hablar con el vendedor del abasto, el frutero de la calle, el taxista, el bombero de la gasolinera, el del mercado popular, el motorizado que te lleva una encomienda, se consigue uno con la queja: de la inseguridad, el caos de los centros asistenciales, el caos hospitalario, el ir de farmacia en farmacia buscando el medicamento tal o cual, la suciedad de las ciudades, la falta de servicio eléctrico, de agua, la inflación que te ha corroído la capacidad adquisitiva. Los sectores populares están acorralados por el hampa, el crimen, la matraca de los cuerpos policiales, el peaje que deben pagar a los malandros para subir a sus ranchos.
La clase media se ha empequeñecido entre los que se van del país como única posibilidad de huir del desastre del desempleo, la inseguridad y la amenaza diaria que la somete el huésped de palacio, los menos aspiran sacar a sus hijos para otros lares; los profesionales se encuentran acorralados entre defender su estatus de vida y la falta de futuro que ofrece un país vuelto pedazos por el odio y el discurso politiquero de la clase gobernante y la falta de alternativas que ofrece el liderazgo opositor.
Esta etapa de desesperanza la cursamos ya en la década de los 90, dejo a la experiencia de cada quien la calificación de cuál ha sido la peor: En esa década conocimos en un madrugonazo la existencia de Hugo Rafael y de la noche a la mañana nos enteramos que los militares estaban descontentos, que Pérez el más popular de nuestros presi, estaba bailando en un tusero, que en hombros de un chiripero llegó un septuagenario a Miraflores; que una chica, de la noche más linda como esta, encabezaba las encuestas con más del 50% de popularidad y con posibilidades de alcanzar tan digna magistratura, de la noche a la mañana el golpista gana las elecciones, asume el poder político y omnímodo de Venezuela y prácticamente desaparecen las dos organizaciones partidistas más importante del siglo XX.
Amigo lectores, en el corto párrafo de arriba, les describo lo que le puede pasar a un pueblo cuando le entra la desesperanza, o sea, nos puede pasar de todo. El hombre o mujer menos conocido de repente se nos vuelva nuestro resucitador, el Teniente Coronel golpista, llegó con un discurso de encantador de serpientes, prometiendo castigo para los adecos, villas y castillos para los pobres, La Casona para los niños de las calles, los aviones de PDSA para cubrir las rutas populares, su palacio de Miraflores para la universidad, los corruptos en las cárceles…y paremos de contar, en resumen: lo único que nos ha creado, es más hambre, más pobres, mas desempleo, más corruptos (boliburgueses), caos jurídico, más deuda, mas desigualdades y una inmensa desesperanza.
En esta enfermedad que agobia a los venezolanos todo puede ser posible, todo puede ocurrir; desde un triquitraque, una asonada, un madrugonazo y hasta la contienda electoral. Ninguno de estos escenarios puede ser descartado. El líder de la nueva república todavía no ha aparecido, ni en las focas que conforma la dirigencia gubernamental, ni en el revoltillo de dirigentes que componen la oposición.
Cuando aparezca, estoy seguro será de fácil reconocimiento, nos deberá hablar de futuro y para eso nos tiene que hablar de una cruzada ética, nos debe demostrar con el ejemplo que no estará dispuesto hacer pacto con el primer bucanero que se le aparezca, con la primera cámara que lo retrate, deberá prometernos cárcel para todos aquellos corruptos que desde cualquier posición de gobierno hayan asaltado el erario público, sean rojos, rojitos, azules, azulitos, amarillos, blanquitos etc., y sobre todo, cárcel para aquellos que han violado los derechos humanos, también deberá prometernos castigos ejemplarizantes para aquellos empresarios que hayan sobornado al empleado público, que hayan birlado a sus trabajadores, que hayan violado los derechos humanos; lamentablemente la realidad, es que desde la empresa privada también hay quienes violan estos derechos.
Deberá prometer un sistema de justicia igualitario, justo, apegado a la letra estricta de la ley, deberá haber jueces sin rostro, para juzgar a los servidores de la justicia que llenan sus arcas bancarias con decisiones amañadas para proteger a los vagabundos de cuello blanco y para aquellos delitos como el narcotráfico, la guerrilla y el funcionario público deshonesto.
Deberá prometer libertad en todos los ámbitos de la vida nacional, en el económico, en el político, en el respeto a la otra opinión; pero a su vez deberá forjar un gobierno de una voluntad implacable para perseguir a todo aquel que desde su ámbito viole la ley.
La ética deberá estar en función de los desvalidos, de los sin casas, de la gente de los ranchos, del que menos tiene. La economía tiene que girar en función de hacer que Venezuela tenga la más grande y poderosa clase media, que el índice de pobreza sea el menor de América latina.
Venezuela en esta menguada hora necesita de alguien que la rescate, de un virtuoso, que con su ejemplo se ponga por arriba de todos, que con su fuerza moral ponga orden en este bochinche.

Doroteo Flores
Caracas, 11 de noviembre de 2009.

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